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Tax in the boardrooms


Publicado el : 14 de Agosto de 2018

En : General

Por Carlos Loaiza Keel,  socio local de Garrigues y profesor del Postgrado de Tributación Internacional de la Universidad de Montevideo

Los impuestos llegaron a donde se toman las decisiones clave de las empresas.

En la clásica película dirigida por Sidney Polllak e inspirada en una novela de John Grisham, The Firm, el joven y brillante abogado Mitch McDeere (Tom Cruise) se ve atrapado en una trama de corrupción y mafia en el seno de la firma de abogados en la que aceptó trabajar, presa de sus ambiciones y atraído por una irresistible oferta. En una memorable escena que transcurre en las Islas Vírgenes Británicas, desde donde esta firma monta estructuras corporativas complejas para ayudar a sus clientes a esconder negocios y dinero de origen ilícito, el veterano socio de la firma protagonizado por Gene Hackman bromea con una supuesta pregunta incluida en el examen para acceder al ejercicio de la abogacía: “¿Cuál es la diferencia entre eludir y evadir impuestos?”, le pregunta a Mitch con sorna, para inmediatamente ofrecer varias opciones: “a) cualquier cosa que diga el IRS (la robusta Autoridad Fiscal de Estados Unidos); b) un abogado inteligente; c) diez años de cárcel; o d) todo lo anterior”.

Pues en nuestros días, muy lejos del escenario que describe en The Firm, amén de las graves consecuencias punitivas que se han dispuesto para los desvíos de conducta en materia tributaria, el cumplimiento riguroso de los impuestos se ha instalado en la conciencia colectiva de las generaciones que gobiernan o están llamadas a gobernar el mundo, como un imperativo moral que guía sus decisiones y criterios. Ello hace que los individuos y empresas que pretendan jugar en el mundo que tenemos, y el que viene, deban considerar el riesgo reputacional tributario como clave a la hora de definir su modelo de negocios. Hoy, los consumidores deciden no consumir productos o servicios de empresas con un historial cuestionable en materia tributaria, y basta repasar los graves escándalos de gigantes empresariales que comienzan a impactar en su cuenta de resultados. Y esto solo irá en aumento, con independencia de los devaneos geopolíticos mundiales, que podrán sí harán debilitar el poder de persuasión de instituciones como la OCDE, pero no las percepciones instaladas en las mentes de los electores, que son quienes definen los destinos de las instituciones que gobiernan el mundo. Porque para ellos, no pagar impuestos se ha convertido en un asunto capital en un mundo signado por la desigualdad.

Pero no solamente hablamos de reputación cuando nos referimos a la entrada triunfal de los impuestos en el mundo de las empresas. El mes de mayo pasado, tuvimos la fenomenal experiencia de impartir un seminario focalizado con el título de esta misma columna en el IEEM, la Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo, con el apoyo de Thomson Reuters y del Tax Executives Institute. En él pudimos ver el gran interés y sensibilidad que el tema comienza a despertar entre directivos y dueños de empresas. Se trata de una realidad tangible, que atraviesa transversalmente a la empresa y las decisiones más relevantes de sus directivos y gestores, tanto sea para evitar los palos que pueden derivar de una gestión negligente de los asuntos tributarios por quienes gestionan empresas, que puede suponer una responsabilidad patrimonial e incluso penal, como también para aprovechar los beneficios que puede traer consigo una adecuada consideración de los aspectos tributarios para mejorar la eficiencia y rentabilidad de la empresa y ofrecer así mayor valor a la propiedad. Algo que los directivos no siempre tienen en cuenta, agobiados por el gran peso psicológico que los impuestos suponen.

Entre estos aspectos que entendemos clave para un buen “gobierno tributario” (tax governance) destacan:

  • La adecuada consideración de la responsabilidad civil, administrativa y penal que puede acarrear el mal ejercicio del rol de administrador;
  • la correcta identificación de las principales amenazas en materia fiscal en un momento y sector concretos, conociendo, por ejemplo, las áreas donde la administración fiscal ha puesto más el ojo y con qué criterios lo ha hecho, de manera de anticiparse y mitigar potenciales amenazas;
  • el aprovechamiento de los beneficios y regímenes promocionales que se encuentran a disposición para mejorar la rentabilidad de la empresa, desde la ley de promoción de inversiones, el sistema de zonas francas o las formas de amortización que puedan ser útiles en un caso concreto;
  • el conocimiento completo, oportuno y actualizado de la información tributaria de que dispone la empresa, y la existencia de protocolos para que dicha información fluya en entornos de funcionamiento normal y en ocasión de una inspección, que siempre impone mayor tensión y puede dar lugar a errores que generen suspicacias innecesarias ante las autoridades;
  • la presencia de protocolos que den predictibilidad, precisamente, en materia de inspecciones, y que presupongan un relacionamiento amigable y de confianza con la administración antes de que estas ocurran;
  • el establecimiento de una política definida para la toma de decisiones en materia tributaria, que las fundamente y legitime, y por consiguiente que permita que estas sean defendibles ante autoridades y accionistas en función de grados de certidumbre técnica; la armonía y consistencia entre estas políticas y la estrategia de imagen y reputación de la empresa.

Las anteriores son solo algunas de las decisiones clave en materia tributaria que un director o gestor deben considerar para preservar su responsabilidad y sacar el mayor partido de su privilegiada posición.

Es bien conocido el adagio de Benjamin Franklin: “de los impuestos y de la muerte nadie escapa”. También lo es que muchos contribuyentes prefieren la muerte —o al menos simular una— antes de pagarlos. Aunque sin llegar a extremos humorísticos, es innegable que muchos al menos procastinan las decisiones relevantes en materia tributaria por el halo de temor que los impuestos provocan al ser humano desde que tuvieron origen en la remota antigüedad. El fenómeno tributario, que ha signado la historia política y ha estado presente en todas las revoluciones políticas de la humanidad, está hoy en el top of mind de la agenda mundial, y nada hace pensar que esto vaya a cambiar, con grandes necesidades de caja en el mundo y una creciente conciencia social tributaria, que como venimos de decir, determina los destinos de los países en las democracias modernas, transparentes e inmersas en la digitalización.

Los impuestos han llegado para quedarse en la mesa de decisiones, y es crucial tenerlos presentes para evitar los golpes o conseguir atrapar la zanahoria. Cuanto más tarde lo advirtamos, peores serán las consecuencias que sufrirá la empresa, y menores serán las oportunidades aprovechadas para aumentar su valor.


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