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¡Buen camino!


Publicado el : 25 de Julio de 2025

En : General

Cuatro aprendizajes del Camino de Santiago para el camino de la vida

Por Margara Ferber, profesora del IEEM

 

Miles de peregrinos hacen el Camino de Santiago cada año.

Muchas personas lo hacen solas, en una búsqueda interior que las desafía físicamente. Otras lo hacen para conocer y compartir la experiencia con ciudadanos de diversas partes del mundo. Todos hacen largas distancias a pie, caballo o bicicleta, con un gran objetivo exterior: llegar. Es como la aventura de vivir.

Una vez que cobramos conciencia de nuestro lugar en el mundo, sabemos que este caminar, un día, inexorablemente, llegará a destino. Para quienes tenemos fe, es el preámbulo de la vida eterna; para otros, la meta final. Para todos, una ruta que deseamos transitar con la mayor felicidad posible.

En el día del Apóstol Santiago, estos son algunos aprendizajes de mis Caminos hacia su morada final.

1. Prepararse para el Camino

Cualquiera sea el disparador, cuando uno se plantea caminar durante varios días, y por más de cien kilómetros, comprende que deberá tomar medidas previas para tener éxito. El Camino se prepara. Eligiendo desde los zapatos —nada peor que ampollarse los pies—, las medias —mejor que sean nuevas, con buen calce—, hasta el sombrero para el sol y la capa para la lluvia. Saliendo a caminar, muchas veces y por tramos largos, para entrenar el cuerpo. Preguntándose sobre el para qué de la experiencia. ¿Qué me motiva? ¿Qué voy a buscar? ¿Qué habrá cambiado en mí cuando lo culmine?

¿Por qué no prepararnos también para la vida? Tenemos que aprender a mirarnos, a conocernos, a reconocer qué es parte de nuestro temperamento biológico y qué podemos cambiar trabajando en nuestro carácter. Podemos adquirir las virtudes y competencias que nos ayudarán a gestionar mejor nuestras emociones y las situaciones difíciles que seguramente tendremos que enfrentar.

2. Hacer paradas intermedias

Si caminás más de cien kilómetros, podés reclamar la Compostela, que es un documento que prueba que cumpliste el desafío. Contás con un carnet del peregrino, que requiere un mínimo de dos sellos al día.

Si bien alcanza con esto, es costumbre ir lacrando tu carnet en cada lugar que te detenés. Iglesias, bares, posadas; todos tienen su propio sello, de distintos colores y formatos para los peregrinos que pasan. Inclusive existe la posibilidad en lugares impensados, como en la mitad de un bosque. Inesperadamente, te encontrás con un músico instalado al costado del sendero, tocando su instrumento junto a una mesita con el consabido sello.

Pienso que en la vida muchas veces nos vendría bien tener la posibilidad de detenernos para reflexionar y asegurarnos que vamos bien. Para saborear los momentos. A veces vivimos pensando solamente en la meta, sin escuchar la música de las pequeñas alegrías cotidianas. Algo que implementamos en el trabajo que funcionó bien: ¡sello! Un ascenso merecido que finalmente logramos: ¡sello! Esa conversación difícil que encaramos con un familiar: ¡sello!

3. Seguir los mojones

En junio, caminamos un tramo del Camino Portugués con tres amigas, desde el pueblo de Tui hasta la Ciudad del Apóstol. Fueron cinco días de cielos azules y temperaturas de verano tolerables, pues tuvimos la suerte de hacerlo entre olas de calor. Vistas maravillosas, senderos por bosques arbolados y callecitas antiguas, mechados por algunos kilómetros de rutas concurridas. Aunque hubo subidas desafiantes y bajadas que tuvimos que hacer en zigzag, en ningún momento necesitamos recurrir a los bastones.

En 2017, también caminé hasta Santiago la misma cantidad de días, en compañía de mi marido. Elegimos el Camino Francés. Al segundo día, nos compramos los palos; el terreno estaba embarrado y más de una vez necesitamos apoyarnos en ellos para poder avanzar con algo de seguridad. Fue especialmente desafiante el tramo que hubo para llegar a O´Cebreiro, un pueblito que está en lo alto y entre sierras. Íbamos solos bajo la lluvia, treinta kilómetros que parecían no terminar más, cansados y hambrientos. Hasta que llegamos y descubrimos la belleza de una aldea medieval de piedras grises, con unas vistas impresionantes.

Aquella caminata y la de ahora fueron diferentes tanto en trayectos, dificultades y compañía.  Pero en ambas ocasiones contamos con la guía de los mojones, que nos iban indicando por dónde debíamos seguir y cuántos kilómetros nos restaban para llegar. Había que estar atentos a las señales; si ibas distraído, podías no ver el mojón y seguir de largo…

Así también es la vida. Partimos de lugares y condiciones diferentes y nos toca enfrentar distintos retos. Si trabajamos las virtudes y adquirimos buenos hábitos, contaremos con los bastones para guiarnos por los terrenos borrascosos. Y si prestamos atención, encontraremos los mojones que los que nos antecedieron en este mundo nos dejaron para indicar la ruta. Filósofos, sabios que vivieron antes que nosotros y nos compartieron sus enseñanzas. La buena literatura, que a través de la estética nos enseña de ética. Abuelos. Padres que nos transmitieron sus experiencias y aprendizajes. Mentores. Es cuestión de prestar atención.

4. Practicar la filosofía del Camino

Una de las cosas que llama la atención del Camino de Santiago es la colaboración y alegría que reina entre los caminantes. Es costumbre saludar a todos con quienes te vas cruzando con la frase “buen camino”. Personas de distintas culturas, muchas de ellas que no saben hablar en español, aprenden la frase para poder decirla. Pasan los ciclistas tocando bocina alegremente y quienes caminan se hacen a un costado para dejarlos avanzar. Hay sencillez y comodidad en la vestimenta, nadie se preocupa por estar a la moda o por el qué dirán. Usás unos solos zapatos, el mismo sombrero… hay esmero en no cargarse de más. Se valora el contacto con la naturaleza, la austeridad y el esfuerzo físico. Abundan los momentos de reflexión y las buenas conversaciones…

¡Qué bien funcionaría el mundo si en nuestro vivir cotidiano fuésemos tan auténticos, reflexivos y desprendidos como lo son las personas que peregrinan! ¿Qué tiene que cambiar en cada uno de nosotros para que nos tratemos con amabilidad y simpatía en el diario vivir? En la empresa, en la familia, en el tránsito. Mirar a las personas a los ojos, sin juzgar, y desearles un buen día.

Me pregunto por qué, para el camino de la vida, pensamos que necesitamos tanta carga. Vivimos pendientes de las apariencias, siguiendo las modas para sentir que encajamos. Llenos de cosas, pero con una gran pobreza espiritual. “Buen camino” resume una filosofía que, aplicada a la aventura de vivir, haría toda la diferencia.

Arthur Brooks escribió hace poco que, independientemente del motivo por el que hagas una peregrinación de varios días a pie, ya sea el Camino de Santiago o en un bosque cerca de tu casa, puede ayudarte a comprender mejor la vida. Agrego que es también una buena herramienta de gestión de uno mismo para, además de comprenderla mejor, vivirla con más profundidad.


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