Por Juan Martín Olivera, profesor del IEEM
Imaginar el mercado de capitales uruguayo es como pensar en un gran estadio de fútbol. La cancha está marcada, los arcos están firmes, hay árbitros, reglas claras en el reglamento y algunos equipos entrenando con rigor. Pero, cuando empieza el partido, uno descubre que casi siempre juega el mismo cuadro, los rivales son pocos, las tribunas están semivacías y el comercio alrededor del estadio es tímido. El espectáculo existe, pero está muy lejos de su verdadero potencial.
En esta metáfora, la cancha son las leyes y la infraestructura financiera; los árbitros son el regulador y los supervisores; los equipos son el Estado, las empresas, los bancos, las AFAP, los fondos; y los hinchas son los ahorristas, grandes y pequeños, que podrían estar disfrutando del partido… si tuvieran buenos motivos para ir al estadio.
¿Qué es un mercado de capitales?
En términos simples, un mercado de capitales es el lugar donde se encuentran quienes tienen ahorro disponible con quienes necesitan dinero para proyectos de mediano y largo plazo. En vez de que las empresas dependan solo de créditos bancarios, pueden emitir obligaciones negociables (deuda que deberán devolver con intereses) o acciones (participaciones en el capital) u otros títulos de renta fija o variable. Del otro lado, ahorristas, fondos de pensión, cajas paraestatales, aseguradoras y bancos compran esos títulos buscando una combinación de seguridad y rentabilidad.
Cuando este mecanismo funciona bien, financia crecimiento, innovación, vivienda, infraestructura y, al mismo tiempo, ofrece alternativas de inversión más variadas que el tradicional plazo fijo o la compra de un inmueble.
¿Cómo es hoy el “estadio” uruguayo?
En Uruguay la “cancha” institucional no es mala: hay estabilidad macroeconómica, reglas razonablemente claras y un regulador serio. El problema es que el juego es chico. La deuda pública y los títulos del Banco Central dominan la escena, el mercado accionario local tiene muy pocas empresas listadas y baja liquidez, y el inversor minorista rara vez se asoma a la Bolsa. Las AFAP, cajas paraestatales y aseguradoras tienen peso, pero con márgenes estrechos para operar de forma activa. Los fondos de inversión, que en otros países son la gran puerta de entrada del pequeño ahorrista al mercado de valores, aquí todavía no cumplen plenamente ese rol.
Con este mapa, el resultado es un estadio parcialmente usado: seguro y ordenado, pero poco vibrante.
¿Qué habría que cambiar?
Aquí van algunas ideas para revitalizar el juego:
- Una Comisión de Valores independiente del Banco Central. Hoy el Banco Central combina la supervisión bancaria, el sistema de pagos y el mercado de valores. Separar el regulador de valores permitiría un foco específico en dos objetivos: proteger a los inversores y desarrollar el mercado. Sería como tener un árbitro dedicado a cuidar la limpieza del juego y, al mismo tiempo, impulsar que haya más torneos, más equipos y más formación para los hinchas.
- Emisiones públicas más ágiles y menos costosas. Cuando una empresa quiere emitir bonos o acciones para el público en general, debe presentar un prospecto con información detallada. Eso es saludable; lo que no es saludable es que el proceso se vuelva imprevisible, con múltiples idas y vueltas, tiempos largos y costos elevados, incluyendo costos notariales que desalientan a las empresas medianas. Sería razonable fijar plazos claros para las aprobaciones, acotar la discrecionalidad del regulador a aspectos de transparencia y legalidad, y trasladar parte de la verificación formal a las propias bolsas, que ya analizan la calidad de los emisores. Si entrar a la cancha resulta más simple y previsible, más empresas se animarán a jugar.
- El Estado como emisor de referencia también en acciones. Algunas empresas estatales, bien gobernadas y con cuentas ordenadas, podrían listar una parte minoritaria de su capital en Bolsa, manteniendo el control en el Estado. No se trataría de privatizar, sino de abrir una ventana de participación para inversores institucionales y minoristas, aumentando la transparencia, creando nuevos papeles líquidos en moneda local y generando casos visibles que animen a otras empresas a seguir el camino. Bonus point: forzaría a mejorar el gobierno corporativo de las empresas estatales. Esta es una idea que se ha discutido hasta el hartazgo, sin visos de concreción. Sin embargo, varios países usaron esta estrategia para encender sus mercados accionarios y Uruguay podría adaptar esas experiencias a su realidad.
- Fondos de inversión como puerta de entrada del ahorrista. Para la mayoría de las personas, no tiene sentido elegir acciones y bonos uno por uno. Los fondos de inversión son la herramienta natural para delegar esa tarea en profesionales y diversificar con montos relativamente bajos. Un fondo no es más que una “bolsa común” donde muchos inversores ponen dinero que es gestionado por profesionales, diversificando riesgos. Para que despeguen de verdad, el régimen tributario y regulatorio debe ser más simple, estable y neutral, sin castigar al que invierte en un fondo local frente al que compra un producto del exterior. Fondos abiertos, cerrados, inmobiliarios, de infraestructura o de pymes, podrían canalizar ahorro hacia la economía real si las reglas acompañan.
- “Primary dealers” para la deuda pública. Detrás de este término en inglés hay una idea sencilla: seleccionar bancos o corredores que se comprometan a comprar y vender títulos públicos de forma permanente, ofreciendo precios de compra y de venta durante el día. A cambio, reciben ciertas ventajas, como acceso preferente a las emisiones. El resultado es que cualquier inversor encuentra con más facilidad a quién comprarle o venderle bonos del Estado, lo que hace más profunda la curva de tasas y mejora las referencias de precios para el resto del mercado.
- Más juego para las AFAP, con protecciones claras. Las AFAP administran el ahorro previsional de millones de personas; su prudencia es clave. Pero podrían jugar un rol más dinámico sin dejar de proteger al afiliado. Hoy ciertas restricciones legales y regulatorias limitan su capacidad de operar activamente en el mercado secundario o en operaciones directas entre instituciones. Con límites prudenciales claros, mejores sistemas de gestión de riesgos y supervisión exigente, se podría permitir que operen con mayor flexibilidad. Con reglas modernas, pueden seguir cuidando al afiliado, mientras ayudan a que el partido tenga más pases, más movimientos y mejores precios.
Uruguay no necesita construir un nuevo estadio: ya lo tiene. Lo que falta es animarse a llenar la cancha con más equipos, lograr mejores reglas de juego y tribunas repletas de hinchas-inversores que confíen en el espectáculo. Un mercado de capitales más profundo y dinámico no es un fin en sí mismo: es una herramienta para financiar crecimiento, innovación y desarrollo sostenible en las próximas décadas.