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Hábitos y virtudes, ese medio y ese fin


Publicado el : 11 de Julio de 2025

En : General

Por Joaquín Ramos, profesor del IEEM

 

¿Qué es lo que diferencia a un profesional de un profesional de verdad? Muchas cosas, sin duda, pero hay algo que creo que es indiscutible: cuando de verdad importa, el profesional de verdad no se equivoca.

Y esos momentos no son frecuentes. No pasan todos los días. Como ese futbolista que anotó decenas o cientos de goles, pero que debe patear un penal en un juego eliminatorio de la Copa del Mundo. No importan tanto los goles en la fase de grupos, sino en las decisivas. Dennis Rodman, famoso (y polémico) jugador de Chicago Bulls, en la temporada de 1998, cobró una prima por presentismo en todos sus partidos, pero esta era mucho mayor en los play-offs, que en la temporada regular.

Lo que todo profesional debe preguntarse es cómo generar la capacidad de no fallar en los momentos clave, cuando verdaderamente importa. Y la respuesta es simple: por medio de hábitos directivos virtuosos. Pero que sea simple no quiere decir que sea sencillo de alcanzar.

Por eso, los hábitos virtuosos forman parte del fin que debemos buscar con cada acción y cada decisión. Además de un resultado o un objetivo concreto, antes de actuar, nos conviene pensar y reflexionar si esa acción, además de lograr algo, nos ayudará a desarrollar un hábito, si nos acercará a una virtud o si nos alejará. Por eso, la construcción de los hábitos es un fin, un norte a tener siempre presente.

Justo ayer leía la historia de Giovanni Falcone, ese fiscal italiano que se animó a perseguir a la mafia (Cosa Nostra) de su país en la década de los ochenta. En la biografía del escritor y periodista Roberto Saviano, Los valientes están solos, el entonces fiscal recordaba las enseñanzas de su padre de esta manera:

Tenemos que ser tan buenos en lo que hacemos que podamos hacerlo incluso en las peores situaciones. Que en nuestro trabajo, como en nuestra vida, nunca podemos caer por debajo del nivel de la decencia: saber hacer las cosas tan bien, ser tan expertos en ellas, que aun en una barca desfondada, en medio de una tormenta, podamos hacer lo que debemos. Lo que se espera que hagamos.

Hacerlo, por lo menos, suficientemente bien. Los hábitos serán el salvavidas que nos ayudarán a seguir adelante cuando todo parezca perdido, cuando otros dependan de nosotros.

Desarrollar un hábito requiere tiempo y esfuerzo. No se trata solo de la repetición, sino de la reflexión tras cada acción, para analizar las consecuencias. Debemos trabajar mucho para adquirirlos. La mala noticia es que, así como los construimos, también podemos destruirlos, lo que nos obliga a estar siempre alertas. Los hábitos son como la escala de valores; no están escritos en piedra, se van escribiendo o borrando, en la medida en que tomamos decisiones.

Así como los hábitos son el fin que puede ayudarnos a guiar nuestras acciones, también son el medio a partir del cual podremos perseguir todo lo que nos propongamos en la vida: personal, profesional y laboral.

Todo objetivo que valga la pena alcanzar, por lo general, tiene un costo muy alto. Los hábitos virtuosos son las herramientas con las que contamos para poder perseguir esos objetivos. Y esto podrá generar un poco de desánimo, pero es la realidad: perseguir nuestros objetivos no quiere decir que siempre los alcanzaremos. Impossible is nothing es un lindo slogan comercial, pero no tiene mucho de realista.

Hay muchas cosas que son imposibles de lograr. Podría detallar muchos ejemplos a nivel personal, pero no quiero deprimirlo, querido lector. Sin embargo, si trabajamos en desarrollar los hábitos, y logramos incorporarlos, tendremos mucha más capacidad para pelear por aquellos sueños y anhelos que nos desvelan. Y quizá no siempre lleguemos exactamente a la meta, pero el resultado seguro que será mucho mejor que el lugar desde el que partimos.

¿Qué tan presente tenemos a los hábitos y las virtudes? ¿Cuáles reconocemos en nuestro actuar diario? ¿Cuáles nos gustaría desarrollar? ¿Qué podemos hacer hoy para iniciar ese camino?

Desarrollar un hábito virtuoso es como bajar de peso. No sucede de un día para el otro. Lo único que importa es empezar. Y, dado que son fin y medios en sí mismos, ningún día será más propicio que hoy.


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