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La segunda carrera profesional


Publicado el : 10 de Mayo de 2020

En : General

Por Luis Manuel Calleja, profesor de Política de Empresa del IESE Business School y del IEEM

Cuando se siente que el trabajo motiva mucho menos que antes, puede ser una señal que nos indica que ha llegado el momento de plantearse nuevos proyectos, apasionantes y arrebatadores, que nos permitan alcanzar metas pendientes o embarcarnos en nuevas aventuras más acordes con nosotros mismos.

Más que una edad, son ciertas circunstancias profesionales y vitales las que determinan el inicio de una segunda carrera profe­sional. Tradicionalmente, trataba este tema con Antiguos Alum­nos entre los 45 y los 60 años, pero hoy en día me encuentro frecuentemente con Alumni menores de 35 años que comparten un interés razonable por cambiar de carrera,

¿Cómo interpretarlo? No es fácil, quizá se deba a una falta de realismo y conocimiento propio, especialmente entre personas que ahora tienen menos de 40 años. Personalmente, me parece que influye decisivamente la "iconografía cultural" de la empresa que respiramos en los libros de management y las películas que constituyen un género análogo a la ciencia ficción, novela poli­cíaca o histórica, de aventuras, etc. Me da la impresión de que, a veces, algunos directivos esperan de la empresa una serie ele "satisfacciones", un grado de felicidad personal, que la empresa no da, ni puede dar.

Los motivos que empujan al cambio

En cualquier caso, las circunstancias más corrientes por las que una persona empieza a pensar en una segunda carrera suelen estar relacionadas con el descubrimiento de que la actual esti­mula, interesa y recompensa mucho menos que antes o que le afecta mucho la obsolescencia, concurrencia o los cambios tecnológicos. También influye el haber alcanzado el "techo" en la cúpula directiva o el entender que no se va a alcanzar, por haber llegado antes de tiempo o muy tarde. A veces, lo único que tiene uno claro es que no quiere seguir donde está.

Es frecuente, también, descubrir que aquello que tanto retaba y motivaba en cuanto a poder, influencia, posición, etc., ahora defrauda, queda pequeño o no llena lo más profundo de uno mismo –y que a veces se consiguió arrinconando cosas muy serias personales, espirituales, familiares, sociales, políticas, etc.–, con un coste vital desproporcionado dadas las circunstan­cias. Se trata de un sentimiento generalizado, En la carta encí­clica Spe Salvi, en su número 30, el Papa Benedicto XVI hace notar que «a veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. En la juventud puede ser la esperanza del amor grande y satisfactorio; la esperanza de cierta posición en la profesión, de uno u otro éxito determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo».

RAZONES

CONSEJOS

La carrera actual ya no estimula, interesa y recompensa como antes

Se cree que se ha llegado al techo en la empresa

 

Lo que antes retaba y motivaba ahora defrauda

El trabajo se ha convertido en algo aburrido, reiterativo y sin visibilidad

 

El nuevo proyecto ha de ser arrebatador y permitir que se dé lo mejor de uno mismo

Hay que volver a definirse profesionalmente. Conviene definir una meta amplia y unos criterios holgados

Es frecuente que sean otras personas las que ayuden a descubrir el camino que seguir

Se recomienda compaginar la segunda carrera con la primera, si es compatible

Hay que ir con cuidado: no toda oportunidad es oportuna

La clave es pasar a la acción: hay que probar para llegar a acertar

 

La etapa de transición

Cuando el cambio hacia la segunda carrera se produce entre los 45 y los 60 años, no solo se puede, sino que se debe ir prepa­rando. Lo que uno es ahora no es fruto de tres o cuatro años de dedicación, es el resultado de la experiencia acumulada, concre­tado en hábitos y reputación. Por eso es conveniente, a ser posi­ble, compaginar la segunda carrera con la primera. Por supuesto, ha de haber compatibilidad, y se ha de ir desarrollando la segun­da de modo paulatino. ¿Cómo sacar adelante las dos en esas edades en que se está envuelto en múltiples responsabilidades? Solo será posible si la segunda es verdaderamente apasionante.

Antes de lanzarse a ella, hay que volver a definirse profesio­nalmente en términos de productos y servicios que se pueden prestar, problemas que sea capaz de resolver y clientes a quienes pueda ser útil. En este análisis conviene contar con el consejo de terceros. Un buen amigo, un profesor que nos conozca... pueden descubrirnos nuevas posibilidades difíciles de otear con una mera reflexión personal. Convendría pensar con la vista puesta en el horizonte de tiempo más lejano que uno sea capaz de ver; definir una meta amplia y unos criterios holgados.

Pero hay que ser prudentes: no toda oportunidad es oportuna. La segunda carrera no puede ser algo meramente "interesan­te". Debería ser absolutamente arrebatadora y apasionante; un proyecto en el que seamos capaces de entregar lo mejor de nosotros. Generalmente, la segunda carrera no suele ser algo objetivamente muy diferente, pero subjetivamente supone un cambio importante en la vida de la persona. Puede incluso darse en la misma empresa; pero en cualquier caso responde a capaci­dades, sueños e intereses abandonados durante años por razo­nes diversas.

La columnista del Financial Times Lucy Kellaway ironizaba sobre un caso de una directiva amiga que después de veinte años en puestos de dirección encontró la felicidad en su segunda carrera profesional. La directiva comentaba a la periodista que su nuevo trabajo «era agradable, fácil de hacer bien, sin cargas de trabajo insoportables, sin competencia agria, sin ansiedad descontrolada, sintiéndose bien y terminando a las 6 p.m.». Casi una utopía, pero, ¿cómo tender a esa felicidad?

A veces será la misma actividad en otro país; o tras ver lo que da de sí el dinero, puede optarse por alguna actividad de servicio público, política, asistencial, artística... No hay un patrón fijo y es frecuente que sean otras personas las que nos descubran el camino que seguir, ya sean amigos o aquellos que no lo son tanto, pero que muchas veces dicen cosas muy certeras sobre nuestras capacidades y limitaciones. Del enemigo, el consejo.

El pasado mes de febrero leía un artículo de la Harvard Business Review que me hizo reflexionar. Decía que no se tienen más oportunidades a los 25 que a los 50 años. De joven se tiene la impresión de tener muchas opciones, pero cuando uno va cre­ciendo, algunas siguen ahí. Los que cambiamos somos nosotros. Nos conocemos mejor y sabemos que no toda oportunidad es oportuna, y el marketing personal es mucho más certero.

La clave –según la profesora Herminia Ibarra de INSEAD– está en probar más que en pensar y planificar detalladamente. En temas de acción directiva, la clave no es el estudio, sino la acción: probar con mentalidad experimental, hacer, emprender... Para el lector de estas líneas es más arriesgado no arriesgar.

Aunque todo esto no siempre se puede programar. ¿Qué ocurre si uno se ve obligado a abandonar la primera carrera y es empu­jado a una pausa laboral no buscada? Es el momento entonces de sacar esa "lista" de pendientes que no se pudieron llevar a cabo por la dedicación profesional a la empresa, tanto en lo laboral como lo familiar, cultural, político, personal, espiritual, etc. Esos tiempos between jobs pueden ser duros y resultar algo humillantes para quien los vive. Algunas veces se sabe que un Antiguo Alumno está pasando por uno de estos momentos por­que apenas asiste a las sesiones de Continuidad, ni a las cenas de su promoción, cuando en realidad estas son ocasiones perfectas para formarse, hablar con colegas y amigos, etc., y sobreponerse.

¿Y qué sugieren los que ya están en la segunda carrera? Mante­nerse en forma física, espiritual y profesional. La formación con­tinua es decisiva; "cultivar la caja de herramientas propia", como dice el profesor José Luis Lucas, del Instituto Internacional San Telmo, y plantearse proyectos a largo plazo. Jamás hubo tantos medios y predisposición tan favorable para emprender. Sin pro­yecto personal no se es persona; lo decisivo es acertar, cuanto antes, en la vocación personal en todos los niveles. La situación final suele ser un nuevo punto de equilibrio mucho más humano, integral y atractivo profesionalmente.

Artículo de la Revista de Negocios del IEEM, n° 65, junio 2013. Publicado por primera vez en la Revista de Antiguos Alumnos del IEEM, n° 37, octubre 2008.

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