Publicado el : 15 de Mayo de 2025
En : Prensa
Noticia publicada en el diario El País, 14 de mayo de 2025.
¿Creés en un mundo donde cada vez más empresas se preocupen genuinamente por la felicidad de sus empleados? ¿Donde el bienestar de las personas sea un criterio más en la toma de decisiones? Esa es la misión del nuevo Centro de Estudios de la Felicidad (CEF) de la Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo (IEEM), que busca investigar y difundir el conocimiento sobre la felicidad en el trabajo.
Su directora, Patricia Otero, entiende que no solo las organizaciones con empleados más felices logran mejores resultados, sino que, además, “si estamos mejor en el trabajo, volvemos mejor a nuestras casas y podemos ser mejores en los roles que nos tocan”. La experta —que es contadora pública, máster en Administración y Dirección de Empresas y está en proceso de certificación como Certified Happiness Trainer en la Happiness Studies Academy— habló con El País sobre los principales aspectos de este tema.
—El trabajo como lo conocemos existe desde hace cientos de años. ¿Por qué la felicidad no ha sido un tema central desde el principio?
—Históricamente, la humanidad ha puesto el foco en otro lado. La Revolución Industrial, por ejemplo, fue espectacular y cambió mucho la calidad de vida de la población, pero se centró en producir, producir y producir, y las personas quedaron en un segundo plano. Recién en el siglo XX aparecieron los primeros estudios enfocados en las personas cuando el sociólogo Elton Mayo planteó que si los trabajadores estaban mejor, serían más productivos. Igualmente, el foco seguía estando en la persona como un medio y no como un fin en sí mismo. Con el tiempo, algo —quizás, la evolución de la consciencia del ser humano— hizo que el tema de la felicidad en el trabajo cobrara más relevancia. Las nuevas generaciones lo tienen mucho más arriba de la mesa y ya no es una cuestión que podamos mirar y decir: ‘No es importante’.
—De todas formas, ¿no seguimos atados al concepto de productividad? ¿No podemos ser felices igual, aunque no seamos más productivos?
—Lo cierto es que cuando uno quiere que el resto tome consciencia, lo primero que trae a colación es el tema de la productividad. De hecho, en la Asamblea de Antiguos Alumnos del IEEM, Manpower destacó que los empleados felices son un 17% más productivos. Y uno piensa: ‘Al final, entonces, seguimos viendo esto como un medio para un fin’, pero también es cierto que la productividad tiene un lado positivo para las personas. Más allá de que al empresario le sirva, cuando somos más productivos, somos más felices. Cumplir objetivos es importante para el ser humano. Y, al mismo tiempo, la felicidad hace que seamos más productivos.
Ahora bien, la trampa está. Uno puede caer en esto solamente para lograr mejores resultados y no porque le importen las personas. Pero la idea es no pensarlo solamente en clave de productividad —como planteaba Mayo—, sino a partir de un deseo genuino, es decir, preocuparse por el bien de las personas porque es lo que está bien.
— ¿Qué cosas causan infelicidad en el trabajo?
— Primero, esto de no ser visto como una persona, es decir, que a uno lo traten como un recurso y que no reconozcan su trabajo. Por eso también tiene tanta mala prensa el término ‘Recursos Humanos’. Otra cuestión que pasa mucho es que el trabajo no esté bien diseñado. En mi caso, por ejemplo, soy contadora y trabajé muchos años en empresas multinacionales, y el trabajo siempre desbordaba el plato. Era muy difícil que lograra una sensación de bienestar cuando vivía en el desborde. Entonces, si el trabajo no está bien pensado en términos de carga, eso conspira contra la felicidad. Para lograr cosas, está bueno que las cosas sean logrables a un costo razonable.
La falta de autenticidad por parte de los líderes es otro aspecto que causa insatisfacción. Que digan una cosa y hagan otra, que la empresa tenga como valor preocuparse por las personas, pero que, en la práctica, lo último que importe sean las personas, la ausencia de confianza… Todas estas son condiciones que conspiran contra la felicidad.
— Y no sirve con cambiar el nombre de ‘Recursos Humanos’ por otra cosa u ofrecer descuentos en ciertos productos o servicios, ¿no?
— Totalmente. Así como está el green washing, está el wellbeing washing (lavado de bienestar, en español). Me pasó en una empresa en la que trabajé. Cubría muchísimas horas, cierres, una locura… Estuve unas semanas así y luego me regalaron un masaje, que por supuesto aproveché, pero, ¿de verdad querían compensar toda esa carga con un masaje? Muchas empresas se ponen en ese lugar de ‘nos preocupamos por el empleado’ pagando gimnasios o poniendo fruta en la oficina. Y sí, está bien, pero si uno no tiene tiempo de ir al gimnasio o ni siquiera puede parar cinco minutos para comer la fruta, no sirve. No tengo nada contra las empresas que ofrecen este tipo de cosas; de hecho, me parece fantástico. Pero la propuesta debe ser coherente. Lo mismo con cambiar el nombre de ‘Recursos Humanos’ a ‘Departamento de Personas’ o ‘Capital Humano’... Si después a uno lo tratan como una basura, solo genera rechazo.
—¿Qué tanto pasa en Uruguay?
—No hay un estudio al respecto, pero puedo decir que existe más en el mundo multinacional porque, en general, es donde hay más recursos. Muchas multinacionales montan sistemas sofisticados con paquetes de beneficios. Una vez, alguien que trabajaba en una empresa de este tipo me dijo que era “una cárcel de lujo”: Le daban todo, pero luego querían comprarle la vida.
—¿Estamos preparados en Uruguay para tener una conversación real y sincera sobre la felicidad en el trabajo?
—La verdad, no. Por un lado, en la Asamblea de Antiguos Alumnos, Manpower contó que 8 de cada 10 uruguayos quieren que se hable del tema, pero, por otro lado, la felicidad sigue viéndose como algo frívolo o blando por muchos empresarios. En esto puedo quebrar una lanza por el mundo multinacional porque ahí el tema está más en la agenda; en Uruguay, por el contrario, la batalla que tenemos para dar tiene que ver con crear conciencia. Estamos más abiertos, pero todavía hay un largo camino por recorrer.
—¿Qué empresas en Uruguay tienen mejores niveles de felicidad?
—Esa es una de las cosas que queremos conocer desde el CEF. Estamos trabajando con la consultora SSOL para diseñar el ‘Índice de Felicidad Laboral’, un indicador que busca ser lo más preciso posible en un fenómeno que es tan difícil de aprehender. Varias empresas nos han dicho que quieren participar y probablemente a mediados de este año tendremos un primer panorama.
De todas formas, el estudio que hizo Manpower el año pasado tiró un par de líneas acerca de cómo estamos los uruguayos a nivel general y, en general, somos un país feliz. De hecho, hay un ranking a nivel mundial y Uruguay está en el puesto 28, lo cual nos deja bastante bien en lo que son las mediciones de felicidad. En lo laboral, Manpower mostró que el 71% de los uruguayos declara estar satisfecho con su trabajo. Es una cifra bastante alentadora. Dicho esto, creo que hay que seguir trabajando; sobre todo, respecto a los desafíos que traerán las nuevas generaciones. En una encuesta que hicimos con ex alumnos del IEEM vimos que la población más joven estaba menos feliz en su trabajo. Puede ser que las empresas no estamos entendiendo qué es lo que quieren las nuevas generaciones o que éstas están hiper estimuladas y es muy difícil que un trabajo compita con eso… Hay que ahondar más en qué pasa ahí.
—¿Cuánto de la felicidad en el trabajo depende de la empresa y cuánto de uno mismo?
—Hace unos días una persona me comentó que escuchó en una charla que un buen líder puede hacer feliz a los demás. No estoy de acuerdo. Nadie puede hacer feliz al otro. Sonja Lyubomirsky, autora de ‘La ciencia de la felicidad’, encontró que un 50% de la felicidad de las personas depende de sus genes, un 10% de sus circunstancias —en condiciones normales; no cuentan casos de guerras o violencia extrema— y un 40% de sí mismas. Esto significa que uno puede hacer cosas por su propia felicidad. El empleador debe crear condiciones para que uno pueda alcanzar la felicidad, pero la decisión final siempre es personal. Al final, uno puede ser un desgraciado igual. En ese sentido, creo que las empresas también pueden ayudar a las personas a entender qué es la felicidad y qué cosas las hacen realmente felices. Hay muchos cursos y libros que enseñan cómo encontrar un propósito o un sentido de trascendencia. Y sí, la empresa puede ayudar, pero no hará el trabajo por uno mismo.