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Y si el sacrificio fuera parte de la felicidad


Publicado el : 17 de Julio de 2025

En : General

¿Y si el sacrificio fuera parte de la felicidad?

Por Patricia Otero, profesora del IEEM

En este tiempo he leído y escuchado mucho sobre la felicidad, y me ha sorprendido descubrir qué es lo que realmente nos hace felices. De alguna manera, solemos asociar la felicidad con la alegría, el placer, el dinero o el éxito, y pasamos por alto que la verdadera felicidad está mucho más vinculada con aspectos profundos: las relaciones humanas, el propósito y la dimensión espiritual.

Arthur Brooks define que los tres “macronutrientes” de la felicidad son el disfrute (placer + otras personas + memorias), el sentido (coherencia, propósito y significado) y la satisfacción. Y es en este último concepto en el que quiero detenerme. Brooks describe la satisfacción como la alegría que se experimenta después de haber luchado por algo. Es ese momento en el que, tras mucho esfuerzo, sacrificio y trabajo, alcanzás un objetivo importante. La satisfacción —a diferencia del placer inmediato— requiere esfuerzo previo. Implica haber dado algo de uno mismo.

Hay una frase de Brooks que compartí hace un tiempo con los participantes del MBA, justo cuando comenzaban el programa —una etapa en la que, sin duda, el sacrificio es grande—: “Satisfaction in your life only comes after pain and struggle. That’s the truth. If you don’t struggle for something, you won’t enjoy it”. (La satisfacción en la vida solo llega después del dolor y la lucha. Esa es la verdad. Si no luchás por algo, no lo vas a disfrutar).

Recuerdo haberme quedado conversando con algunos que, de algún modo, rechazaban esa idea. Alegaban que no tenía por qué haber sufrimiento, que era posible disfrutar del camino sin necesidad de sacrificarse tanto. Y entonces los provoqué: “Imaginemos que hoy mismo les entregamos el título del MBA, sin haber transitado por el esfuerzo que implica obtenerlo. ¿Cómo se sentirían? ¿Tendrían la misma sensación de logro? ¿Habrían desarrollado las habilidades que el proceso les deja si no hubieran enfrentado dificultades?”.

Es fácil intuir que parte de la emoción y de la satisfacción que se experimenta al lograr algo tiene que ver precisamente con lo que costó alcanzarlo. Porque, cuando tenés ese título en las manos, sabés que no es solo un papel: representa una transformación. Y no hay transformación sin esfuerzo, sin dejar cosas atrás. Incluso dejamos atrás una versión de nosotros mismos.

Esta idea, la relaciono también con el concepto de flow desarrollado por Mihály Csíkszentmihályi: “Los mejores momentos suelen suceder cuando el cuerpo o la mente de una persona han llegado hasta su límite en un esfuerzo voluntario por conseguir algo difícil y que valiera la pena”.

Pensá en las grandes cosas que lograste en tu vida… ¿Serían iguales sin sacrificio? ¿Sentirías el mismo orgullo si no hubieras dedicado horas, si no te hubieras superado, si no te hubieras caído y vuelto a levantar? Me animo a decir que no.

Todas las personas que logran cosas significativas hacen grandes sacrificios. ¿Te imaginás que la vida de Rafa Nadal, Roger Federer, Michael Jordan o —más cerca— Luis Suárez, fue cómoda y sin esfuerzo? ¿Qué tienen en común estas personas que logran cosas extraordinarias?

  1. No le temen al esfuerzo. Como dice Rafa Nadal: “El esfuerzo no se negocia”. Forma parte de su ética de trabajo. Tal vez no sea lo más marketinero del mundo, pero es la verdad: si querés llegar lejos, el esfuerzo no es opcional, es imprescindible.
  2. No le temen al fracaso. Se rebelan ante él. Todos los que han hecho algo grande han fracasado antes. Como afirma Tal Ben-Shahar: “O aprendés a fracasar, o fracasarás en aprender”. El fracaso es parte del camino. Lo que marca la diferencia es cómo reaccionamos ante él. Thomas Edison lo expresó así: “No fracasé, solo descubrí 10.000 maneras que no funcionaban”. El fracaso no es una sentencia, es un “todavía no”. Con trabajo, se puede lograr.
  3. No se conforman. Tienen una mentalidad de mejora continua. No les alcanza con lo “suficientemente bueno”. Ese espíritu inconformista es lo que impulsa la excelencia.

Por supuesto, este sacrificio del que hablo no es cualquier sacrificio: es un sacrificio con sentido. Hay un para qué claro, que suele ser significativo. No se trata de sufrir por sufrir, sino de esforzarse por algo que verdaderamente valga la pena.

Y sí, es cierto que ese sacrificio no garantiza el éxito. Pero, sin él, las probabilidades de lograr algo valioso disminuyen considerablemente. El sacrificio, bien orientado, nos prepara, nos fortalece, nos transforma. Incluso, cuando no alcanzamos exactamente lo que buscábamos, nos deja en mejores condiciones para afrontar lo que venga después.

En definitiva, para lograr cosas grandes no hay atajos. Y cuando los tomamos, muchas veces nos perdemos la oportunidad de crecer. Cuando evitamos el camino difícil, nos privamos del aprendizaje profundo que solo se consigue enfrentando obstáculos.

En momentos de decisiones importantes, recordá al gran Juan Antonio Pérez López y preguntate: ¿qué tipo de aprendizaje generará esta decisión?, ¿qué transformación permitirá en mí? Una pista: en general, el camino más largo, el más arduo, es también el que más satisfacción deja.


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