Por Santiago Sena, profesor del IEEM
Para los que profesamos la fe católica, el Cónclave en el que se elige al Papa es un evento guiado por Dios. El Espíritu Santo dispone, propone, moviliza… Y votan los hombres. Es una especie de Aleph de lo más trascendente y divino, con lo más humano y lo más mundano. El punto en el horizonte donde la perspectiva de lo eterno se embarra con las pulsiones, no tan elevadas, atravesadas por las vulnerabilidades, la sombra y las limitaciones de los pastores de pastores: los cardenales.
No tengo autoridad para hablar de lo primero, más allá de ser un intento de buena persona y, por tanto, de buen cristiano. Pero me interesa enfocar en la parte humana, demasiado humana, al decir nietzscheano. Anda circulando un estudio muy interesante de la Universidad de Bocconi que estableció la red de relaciones entre los cardenales.
La red de una persona determina, en alguna medida, su capacidad de influencia.
El estudio pronosticaba la elección del cardenal Prevost, León XIV, fumata blanca por medio, en tanto que lo consideraba un nodo central del sistema: una persona de referencia, vinculada a diferentes espacios, conocida y confiable para actores diversos del Cónclave. La persona de mayor estatus en el Cónclave, definiendo estatus como ‘estar conectado con los que tienen mayor influencia’. El Papa no era particularmente conocido por su locuacidad ni podía considerarse un líder mesiánico. Fue elegido por otros atributos.
Más allá de la parte técnica del modelo, que se apalanca en la teoría de red, la “modularidad” y algunos un poco más cercanos como “la densidad de las relaciones” o la centralidad de una persona en un sistema, medida como ser “intermediador” entre grupos y personas, lo interesante es pensar en la construcción de poder. En quién tiene poder y quién no lo tiene, más allá de las estructuras jerárquicas formales.
No hay novedad en decir que poder y autoridad muchas veces van de la mano, pero a veces no. En Argentina, tenemos el ejemplo del asesor presidencial Santiago Caputo que, sin poseer ninguna autoridad formal, es quien —dicen los que saben— maneja los hilos finos de la agencia impositiva, los servicios de inteligencia, las relaciones con la Justicia y la estrategia electoral del oficialismo, entre otras. Más poder no hay.
De lo anterior se desprende que, si no poseés actualmente mucha autoridad formal, no quiere decir que no puedas construir poder. La pregunta pasa a ser cómo hacerlo.
Hay distintas definiciones de poder y hay diferentes caminos para alcanzarlo. Enfoquémonos en una definición y en una forma particular de construirlo: poder como ‘influencia’ y construcción de influencia como ‘fortalecimiento de la red’.
Si bien hay literatura científica para justificar y fundamentar todo, tomemos lo más obvio como presupuesto: la extensión de tu red y el estatus (legitimidad, influencia y poder) de las personas de tu red están directamente correlacionadas con tu propia capacidad de influir. Ahora, otro punto central es “la centralidad” que vos mismo tengas en ese nudo de relaciones. Está demostrado, por ejemplo, que el rol que ocupás en un sistema (mayor o menor centralidad) está relacionado con tu trayectoria laboral. A las personas que ocupan “el centro del ring” les suele ir mejor. Que la información pase por vos cambia. Esto desafía la idea exclusivamente meritocrática según la cual le va bien a los más inteligentes o a los que más se esfuerzan. No hay que mirar muchas organizaciones para entender que, muchas veces, los que llegan arriba no son “los mejores” (en nada, salvo en red).
¿Cómo podés construir tu red y ganar centralidad? Primero, haciendo. Está demostrado que la gente le dedica poco tiempo al networking. Hay una falacia por la cual todos pensamos que vamos a ascender por lo que hacemos, cuando en realidad la decisión de promoción suele ser un poco menos virtuosa. Ya Granovetter, el sociólogo, estableció hace cincuenta años que las personas que alcanzan puestos directivos lo hacen, con mayor frecuencia y en puestos de mayor jerarquía, si su capital social es más rico. Hay que ser relativamente bueno, pero, más aún, hay que tener buena red. Entonces, primero, creala. Asistí a eventos, tomá cafés, conocé gente, usá herramientas digitales como LinkedIn (escribí algo y no te limites a mirar), sumate al asado o after o evento de “cultura” de la empresa, fortalecé tus contactos intraorganizacionales para favorecer tu capacidad de gestión y, sobre todo, tus contactos externos para favorecer tu capacidad de negociación, postulate en proyectos donde ganes visibilidad y conozcas personas nuevas que tienen legitimidad en la empresa, etc. Hay mil maneras de enriquecer la red…
A veces, como nuestro Papa, que ocupó el rol de prefecto en el Dicasterio para los Obispos (una especie de gran postulador, selector, etc. de sacerdotes para el “ascenso” en la carrera), los roles ayudan a ganar centralidad de red y, por tanto, estatus. Otras, hay que crearlo.
Entonces, ¿cómo podés convertirte en una referencia para otras personas? ¿Cómo podés ganar legitimidad en un grupo? ¿Qué tenés que seguir haciendo y que tenés que empezar a hacer?