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¿Por qué algunos ganan tanto y otros tan poco?


Publicado el : 27 de Junio de 2025

En : General

Por Leonardo Veiga, profesor del IEEM

 

¿Por qué un streamer gana millones y un albañil apenas llega a fin de mes? ¿Por qué un futbolista cobra en un día lo que un científico no logra en un año? La respuesta no está en el esfuerzo, el mérito o la justicia. Está en el mercado.

En el mercado laboral, tu ingreso depende de dos fuerzas: cuánta gente necesita lo que hacés (demanda) y cuántas personas pueden hacerlo igual que vos (oferta). Si lo que hacés es muy demandado y muy pocos pueden replicarlo, tu salario se dispara. Si, en cambio, lo que hacés es valioso, pero fácilmente replicable, tu ingreso tenderá a ser bajo.

Esta lógica da lugar a diferencias enormes de ingresos. Algunas personas ganan más porque producen más (productividad) o porque generan algo percibido como excepcionalmente valioso (valor diferencial). Un vendedor que cierra diez veces más contratos que sus colegas tiene alta productividad. Un mediador que logra resolver conflictos imposibles, aunque no resuelva más por hora, aporta un valor único.

Pero no alcanza con generar valor. También hay que poder capturarlo. Para eso, el trabajador necesita preservar su diferenciación. A veces lo logra por habilidades innatas, como la sensibilidad de un perfumista o la destreza motora de un operario de línea de montaje. En otros casos, lo logra gracias a barreras institucionales: los pilotos comerciales, por ejemplo, tienen ingresos altos, en parte, porque se requiere una certificación costosa y limitada para ejercer la profesión.

Las tecnologías emergentes —en particular, la inteligencia artificial— están alterando esta dinámica. En muchos sectores, la IA multiplica la productividad o el valor generado. Cuando solo unos pocos la aprovechan, su ventaja salarial crece. Pero cuando se vuelve común, la escasez desaparece y la diferenciación se evapora.

Al final, las diferencias salariales no reflejan un juicio ético sobre qué trabajo es más importante. Son el resultado de una combinación de valor percibido y escasez. Ya sea por talento innato, productividad sobresaliente o barreras de acceso, gana más quien ofrece algo que muchos desean y pocos pueden replicar.

La inteligencia artificial no cancela este juego, lo acelera. Hoy, una habilidad te distingue; mañana, una herramienta la vuelve accesible para todos. La ventaja se vuelve transitoria. En este nuevo escenario, la capacidad más valiosa no será una técnica específica, sino una actitud: la adaptabilidad radical.

Saber aprovechar antes que otros las nuevas tecnologías, aprender más rápido que el resto, reinventarse una y otra vez. Esa será la clave para seguir capturando valor. Ya no basta con saber hacer algo. Lo crucial es cuán rápido podés aprender a hacerlo de otra manera.


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